No sé cómo fue que nací allí, sólo sé que soy una ínfima e importante parte de esta historia; tan diminuta que domingo a domingo me denigran.
Pertenezco a una gran familia que, al igual que las distribuciones de clase, nos han repartido por todo el terreno de manera desigual; y eso que yo he sido afortunado. Mejor ni opinar sobre mis otros compañeros que pertenecen a familias de segunda clase…
Dijera mi canción favorita: “porque no tengo nada que me sobre por eso es que yo digo que soy rico, porque prefiero ser un tipo pobre que ser alguna vez un pobre tipo…”
Dicen por ahí que tengo baja autoestima. Como fuere, por suerte no soy el único, pienso. No me quejo. Después de todo, estos conceptos que están en boga últimamente me han ayudado. Es así que me digo resiliente…
Además, estoy aquí contando una historia no por ser buen narrador sino porque me han convocado en la representación y eso ya cobra otro color; me da un estatus superior. Han pensado sobre mí. Automáticamente pienso, a la vez, que es lógico que hayan pensado en mí, pues sin mí no habría historia: sin pelito blanco no habría punto de impacto.
He salido en los diarios y eso me ha devuelto a la vida. Pensar que yo sostuve la presión de ese balón; estaba transpirando el universo…fue, dijo mi abuelo que leyó en el pasti-diario, como el big bang: el origen. El mundo se detuvo; el génesis. La vida contenida en un suspiro. Y yo estuve ahí.
Jáh!, eso sí que no me olvido. Ahora sigo detenido, en el mismo lugar, con el pelito prolijamente cortado y siempre blanco. Soy ese punto, un integrante del punto histórico desde donde se pateó el penal de Pavone: quién me quita lo bailado…
Y sigo aquí esperando a ser aplastado otra vez, por quién quiera reconocer mi importancia; aunque sólo sea de vez en cuando la esperanza…